El
peninsular, Luis Prudente, lleva 30 años representando a Jesús en el calvario
del Viacrucis, la tradición la empezó como una promesa a su progenitor después
de su fallecimiento.
En principio, Prudente era el Cristo en los barrios de la capital provincial,
ahora todos los años participa en la procesión que se cumple desde la ciudad de
la Libertad hasta la catedral de Santa Elena.
Este hombre camina
descalzo con la cruz acuesta por el caliente asfalto o la tierra llena de
piedrillas o espinas, además recibe los azotes por parte de los soldados
romanos que lo maltratan en el periplo de 8 kilómetros y que dura
aproximadamente cinco horas.
Por lo
general termina con los pies reventados en sangre y con dolores en todo su
cuerpo, pese aquello asegura que mientras viva seguirá haciendo la penitencia,
espera dejar el legado para sus familiares.
“En la tumba
de mi padre le prometí que cumpliría con su deseo, él siempre me pidió que sea
el Cristo de las procesiones, es muy doloroso todo esto pero lo más importante
es que le sirvo a Dios y le cumplo a mi padre”, señaló Prudente
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